Una cartografía imposible, una cartografía inactual

Versión en francés

Bajo el efecto de la Meclozina, equivale a ebriedad, somnolencia y cierta sobreiluminación en el paisaje, asumo la escritura de un texto que habla de la obra del escritor cubano Orlando Luis Pardo Lazo (La Habana, 1971). Residente en St. Louis, Missouri, es activista político, bloguero, fotógrafo y bioquímico.

La Cathartes aura deviene imagen ideal para ilustrar las características de su prosa, porque resume contenido, forma, su lenguaje, sus propósitos. Orlando necesita de la carroña, exhumar cadáveres, remover los humores y excrecencias del cuerpo ante la necesidad y la necedad de narrar el espacio público y el entorno de lo privado. Cuanto acontece en su ficción encuentra similitudes en sus textos de opinión, charlas, su obra fotográfica, incluso en su activismo. Hablamos de:

asociaciones donde lo apuesta todo por develar lo político y la política incluso en un relato centrado en el amor de dos seres comunes y corrientes; 

corrosión / ironía / humor a la hora de nombrar; 

los flujos y la flema del discurso donde no es poca la aliteración y la rima, allí la densidad de las ideas manejadas no es ni tóxica ni dificulta la comprensión del texto, una vez descubiertas las claves se entenderá que aquellos juegos verbales entreverados son una suerte de hipervínculos: 

              – La Hanada: Es la pretensión de resumir en una palabra su descripción de una Habana (casi) arrasada por la Revolución de 1959, capital / ciudad / nación de arruinada masa arquitectónica, (casi) vaciada de tradiciones, futuro, sentido;

            – Vocubalario: Es su forma de condensar en una palabra la jerga o vocabulario del Poder, el discurso de la Revolución y su efecto en el habla a ras de la patria; 

su noción del amor, las decisiones y deserciones de sus personajes;

incluso su noción de patria y fidelidad. 

Lo anterior se traduce en varios libros, entre ellos los de narrativa Mi nombre es William Saroyan (Abril, 2006) y Boring home (Garamond, 2009), el blog Lunes de post-Revolución, el libro de artículos Del clarín escuchad el silencio -59 poemas de amor y una canción contrarrevolucionaria- (Hypermedia, 2016), y otros dos en los que hay una frontera imprecisa entre el non-fiction y la ficción: Espantado de todo me refugio en Trump (Hypermedia, 2019), y Uber Cuba(Hypermedia, 2021).

Si se repasa la obra de Orlando se advertirá una progresiva dilución tanto de la ficción como de la historia narrada. Sus libros de cuentos se caracterizaban por la inclusión de personajes, peripecias, un tema (Empezar de ceroCollage Karaoke). Lo narrado tenía principio, desarrollo, final, incluso cifraba una segunda historia. Luego la mayor apuesta se iría desplazando hacia el lenguaje, la estructura, la forma, sin abandonar del todo la historia (IpatríasBoring home). 

Los temas a los que volvió más de una vez fueron el amor, la muerte, la literatura vista cual experiencia vital o mortal (Reinaldo Arenas, Guillermo Rosales, Hemingway, Saroyan, Ezra Pound), la desolación interior frente a un panorama nacional igual de desolado —el referente y la traducción del mismo marcados por lo real o el absurdo—. En esta etapa el lenguaje se vuelve esquizo, telúrico, mordaz, irónico, cínico.

Para resumir hacia dónde ha derivado en tanto escritor, elijo el primer fragmento del cuento ‘Historia portátil de la literatura cubana’ (Boring home): 

“Ipatria piensa que evitar la ficción es lo mínimo para no hacer el ridículo. A propósito del canon local, carraspea y garrapatea en su diario: Cualquier raicilla de ficción es suficiente para que retoñe ese rastrojo estético que los peritos llaman una «una literatura mayor».” 

Ese parece ser su propósito: huir del rastrojo estético para arribar al rastrojo estático, al texto donde (casi) no se narra. Su interés es el desmontaje de cualquier variante de utopía.    

Esa jerga propia se va constituyendo en elemento de mayor protagonismo. No solo es la palabra campeando por su respeto, hay, además, un sonido, una musiquilla. Visto así, Orlando es, y cito, más “barrueco que barroco”. No es la profusión de elementos más o menos descriptivos funcionales o no, sino la suma de irregularidades de (aparente) poco valor.

Pero en Mi nombre es William Saroyan arriba a uno de los momentos más calmados e interesantes de su obra. El registro parece diferir, como si desistiera de su propósito. Es la sobria mezcla de la etapa de formación y la del delirio, quizá porque necesitó simular una biografía extraña: la de Saroyan. Esa biografía estará contaminada con la del autor. Armenia y Cuba se complementan en un constructo particular. 

¿Orlando ha apostado por la memoria, el diario, y por la falsa memoria, el supuesto diario? Sí. Parece ser la pretensión de entender, desplazado, el sentido de la vida mientras registra en un cuaderno lo vivido. Es el (falso) diario como variante de traqueotomía: “Para Ipatria la traqueotomía es un «túnel entre texturas irreconciliables», un «poro de diálisis contra el vacío de la ficción», un «cortocircuito de lo verosímil que abole las fronteras de la verdad». Y así mismo, con aire de monje franciscano y entre comillas, deja constancia escrita en su diario de estas teorías a medias.” (Boring Home)

El libro de cuentos Boring home es el otro momento de singular registro narrativo. Puestos a comparar, la rara paz interior de Mi nombre… tiene un alto punto de fusión. Es un libro dúctil, de una tintura blanca, casi metálica, como el wolframio en su estado más puro. Boring home es un estadio de serenidad diferente. Está situado en el límite, cercano a la ignición.

Ambos libros podrían ser las “impronunciables memorias” de Orlando Luis. Pero allí todo es ficción, allí nada es ficción. Sí, una paradoja. 

Si para Orlando Armenia es “una patria perdida” ante el ejército de ocupación turco que trajo la guerra, y ante la ocupación del territorio nacional por parte del ejército soviético que supuestamente trajo la paz, Cuba es “un país no tan desierto como desertado”. 

Al abrir Del clarín escuchad el silencio… estaremos frente a la prosa apátrida. La suya ha renegado de la ficción literaria en tanto patria del narrador, a lo anterior súmesele la disidencia frente a la ficción del Estado cubano traducido allí en ministros, instituciones, símbolos, comisarios políticos, en Fidel Castro. Y reniega de ellas porque ambas generan o suelen generar consenso, canon (cultural, político). Con este libro parece decirnos: Hasta la decepción siempre, hasta la deserción siempre; antes que el canon, la cámara Canon. 

Si Guillermo Rosales se consideró un exiliado total, quizá Orlando se considere un extremista total. En el libro Espantado de todo me refugio en Trump la voz dispuesta a narrar o entregada a la “crónica y al ensayo”, desde “un cenicero del Mid-West llamado Saint Louis” espeta: “El exilio es eso: una ridiculez neuronal que nos desconecta de nuestra rabia a favor y en contra de la Revolución”.

Este libro es una escritura / criatura reaccionaria en todo sentido. Incluso reniega de cifrar una segunda historia en el texto escrito. Esta es una criatura / escritura con más de una conexión a sus artículos de opinión. Sin apelar a la elipsis, el compromiso de su narrador-personaje también reaccionario es la batalla campal contra todo tipo de totalitarismos ya sea en el espacio postnacional o el privado. Su batalla ha tenido lugar tanto en La Hanada como en un “cenicero del Mid-West”. 

Espantado de todo… lleva la etiqueta NOVELA. Sin embargo, sabiéndolo instaurado ya en el rastrojo estático, ¿tiene sentido preguntarle al libro dónde comienza y termina la ficción? Tampoco es una pregunta útil tratándose de Uber Cuba.

Si en la novela de Edmundo Desnoes Memorias del subdesarrollo Sergio, su protagonista, disecciona a través de la lente de un catalejo, y desde un balcón en La Habana, la realidad cubana, ese progresivo tránsito del Batistato al Castrismo, en Uber Cuba, un cubano exiliado en St. Louis abre en canal el cuerpo de la realidad, ese tránsito personal del Castrismo al Trumpismo. Y lo perpetra a través del espejo retrovisor, a la postre cristal aberrado más que corregido, de un automóvil-catalejo devenido escenario de múltiples encuentros.

El inicio de Uber Cuba se sitúa en una columna para Hypermedia Magazine, su final quedó cristalizado en un libro impreso.  

Una serie de singulares sujetos han quedado reunidas en este libro cual personajes o personalidades mediáticas que, amplificadas por el catalejo o invertidas en el retrovisor, destacan fugazmente en una masa mediática o anónima. Todos terminarán siendo narrados así en La Habana como en St. Louis. 

Missouri, La Habana, dos caras de una misma isla. Un territorio por descubrir aparentemente intangible en la cabeza de Orlando. ¿Se trata de una cartografía imposible, inactual?

Llegados a este punto imagino a Orlando tecleando en su computadora: “mientras más rápido los cubanos borremos la historia, más rápido nos habremos librado de repetirla” (Espantado de todo…). Para él, recordar es represión. Quizá discrepas de esa frase suya, porque recordar es además disentir, plantar batalla. A pesar de lo consignado por él, casi toda su obra necesita de la memoria para prosperar.

Ahmel Echevarría