Leonardo Padura, La novela de mi vida, Tusquets, 2002 [Le Palmier et l’étoile, traduit de l’espagnol (Cuba) par Elena Zayas, Métailié, 2003, 396 p. 20 €]
“Una idea de nación”
Leonardo Padura (La Habana, 1955) deja atrás su ciclo de historias policiacas protagonizadas por el teniente Conde y escribe La novela de mi vida, texto dilatado y ambicioso, marcado por dos historias paralelas y equiparadas en el concepto de identidad en dos épocas: durante el último siglo de la Colonia, y durante los resplandores y ocasos que trajo la Revolución Cubana. La literatura, el arte, el destierro, la política, la corrupción, son temas que parecen sobrevivir al paso del tiempo y que aparecen casi afines a otros elementos presentes en esta novela, entre los que destacan, por sobre todas las cosas, la conciencia e idea de nación.
Por un lado, Fernando Terry regresa a la Cuba castrista después de 18 años de exilio con el fin de encontrar el texto inédito (una autobiografía desaparecida) de uno de los poetas cubanos más importantes, José María Heredia, a quien dedicó su tesis doctoral. Delatado a la policía, expulsado de su puesto en la universidad, el regreso representa para Terry la posibilidad de tener en sus manos este documento, pero también el tropezar nuevamente con su grupo de amigos, entre los cuales siempre ha sospechado está el culpable de aquel duro golpe que marcó su vida y que lo obligó a vivir lejos de todo lo que conocía.
Por otro, el poeta José María Heredia narra su historia en primera persona, acercándonos a los pocos años que permaneció en Cuba y a los que luego vivió en el destierro. A través de su relato conocemos el origen de muchos de sus más célebres poemas, además de su entrega total a la idea de patria, concepto presente en todo el continente, pero semi abstracto en su país (la independencia de Cuba fue recién en 1898), y que poco a poco se va reafirmando con el paso del tiempo, hasta así determinar y definir su destino.
De esta manera, a la historia del reencuentro de Terry y sus amigos, más la búsqueda del codiciado manuscrito, se suman alternativamente dos planos temporales más: el de la vida de Heredia a comienzos del siglo XIX, en los años de la Colonia, y el de los últimos días de su hijo José de Jesús de Heredia, masón, a principios del XX. Vale citar, con ello, la sorprendente recreación que hace Padura sobre las logias masónicas y su perduración al paso del tiempo.
Los cuestionamientos morales, estéticos y políticos de Heredia y Terry sobre Cuba están marcados por un hecho dramático y crucial para ambos: el exilio. El primero por sus ideas independentistas. El segundo por un comentario ingenuo que llega a oídos de la policía castrista. La nostalgia, los recuerdos, la añoranza de los mejores años pasados y vividos en la isla estipulan el carácter de ambos personajes frente a su amor por el país, pero más aún, por la patria. Sus cuestionamientos van a establecerse en lo que es esa patria y la realidad forzada que les ha tocado vivir. La del hombre frente al poder. O la del arte –y su libertad inherente– frente a la tiranía.
Francisco Izquierdo-Quea