Francisco Izquierdo Quea, No hay más ciudad, Animal de invierno, 2021, 168 p. [Inédit en français] Perú
En los cuentos de su primer libro, Bonitas palabras (2007), el escritor peruano Francisco Izquierdo Quea (Lima, 1980) evidenciaba en simultáneo un sólido vínculo con la tradición literaria peruana realista-urbana, a la que agregaba altas dosis de otras características mucho menos tradicionales, como el humor, la ironía y la ternura. Más de una década después, Izquierdo Quea nos presenta una primera novela que redobla la apuesta de su antecesora, y presenta, además, narradores de todo tipo: masculino, femenino y minino.
La historia se desarrolla en torno a Germán, aspirante a cineasta, fanático de Truffaut y de la historia de los mundiales de fútbol, que se gana la vida filmando matrimonios, bautizos y todo tipo de ceremonias mientras trama sus futuras películas y rumia las (im)posibilidades de su porvenir artístico. Germán, quien se encuentra en ese interregno entre los veinticinco y los treinta años, busca todavía su lugar en el mundo. Y lo busca de un modo particular por dos circunstancias: por un lado, porque es un peruano casi-ya-no joven desencantado con las limitadas posibilidades de la recién descubierta, casi indeseable, vida real; por el otro, más específico, porque al inicio de la novela se ha separado de Claudia, una estudiante de enfermería luchadora y con expectativas de futuro, quien carga también su propia historia oscura (que escucharemos de su propia voz). Somos testigos de la desintegración de la pareja en la voz del gato, Héctor, el primer narrador de la novela, quien desde su posición de íntimo testigo da cuenta del resquebrajamiento y la posterior ruptura de la relación.
El segundo eje de la historia lo marca la amistad de Germán con dos viejos compañeros universitarios: la extraña dupla compuesta por el extrovertido Bautista, vendedor de películas porno, y Matsahide, un melancólico profesor preuniversitario, ambos de veintiocho años y, por supuesto, poetas. Más que poetas: obsesionados con la poesía y con la posibilidad de trasladarla, a la manera vanguardista, a la vida real (aunque ¨pasar al acto” alcance tintes criminales). Con ellos discute sobre revistas de poesía y se indignan por igual ante críticos, editores mercachifles y falsos profetas de la literatura.
A pesar de que ambos ejes (el fin de una pareja, las relaciones entre arte y política) pueden ser considerados “universales”, No hay más ciudad es profundamente peruana; más precisamente, limeña; y más precisamente, de cierta Lima tradicional (los barrios Chorrillos y Breña) durante los tempranos años 2000, a su vez un interregno nacional: gris etapa posterior a la dictadura de Fujimori y anterior al triunfalismo neoliberal-patriotero que contaminó el primer lustro de los 2010s. En dicha delimitación temporal, la de su país y la de ellos mismos, todos los personajes reconocen que no hay más ciudad, ni tampoco más vida, que la de los sueños perdidos de la juventud, y de la falta de futuro y de esperanza. Izquierdo Quea se asoma a esas profundas grietas generacionales con una mezcla de nostalgia, humor, ternura e ironía que convierten a No hay más ciudad en una novela perdurable, y a su autor a ofrecer la prueba irrefutable de una obra ya madura.
Francisco Ángeles