Entrevista con Javier Payeras (Guatemala)

¿Cómo nació su apego por la literatura? 

Creo que nunca he dejado de escribir, no tengo un número exacto de cuadernos que he escrito de pasta a pasta, son diarios con dibujos y observaciones, cada cosa que sentía o cualquier emoción que experimentada la iba anotando al finalizar cada día, siempre haciendo dibujos o recortando cosas y pegándolas en sus páginas. Una forma de sostener mi memoria en el mundo. Escribir esas notas es mi línea de fuga, ahí surgen los trazos que pasan de ser  letras escritas a mano a convertirse en dibujos, les llamo abstracciones caligráficas, algo que he  incorporado a mi obra literaria. 

La curiosidad deriva en imitación y reflexión. Si de verdad te interesa conocer la vida, el mundo, el universo… tienes que leer muchos libros. Luego de leer empiezas a practicar. Siempre existe un autor que es una llave, en mi caso fueron dos, Hermann Hesse y Albert Camus, ellos abrieron la puerta a mi vocación literaria. Puede que su claridad y su fuerza sean algo que me impactó profundamente en la adolescencia. Han pasado muchas páginas desde que los leí en mi adolescencia, pero siempre recuerdo sus libros. Cuando escribes tarde o temprano tomas eliges al lector que deseas, me gustaría pensar que soy apreciado y comprendido por personas de cualquier edad o nivel social, eruditas o poco pretenciosas. 

Pienso que esta herramienta que es el idioma castellano es el vehículo para incorporarme con la humanidad, 

¿Cuál es su relación con la literatura de otras regiones o países de América Latina?

Soy un escritor latinoamericano nacido en Centroamérica específicamente en Guatemala, para ser preciso. Mi diálogo es con autores de otros países, actualmente publico en revistas españolas o mexicanas o peruanas o argentinas. En Guatemala he publicado en todas las editoriales reconocidas, sin embargo el día de hoy pues todo lo referente a literatura está en un momento poco favorable, poca difusión de lo local, algunos estragos han hecho las redes sociales en la calidad de la poesía y demás… pero en el espacio del intercambio y el diálogo con otros países hispanohablantes creo que mantiene una unidad de preservación de la literatura escrita con oficio y dedicación, esa es a la historia a la que realmente quiero pertenecer. Los trifoliares mal escritos, sin matices ni contradicciones, llenos de un oportunismo lacrimoso y victimista me interesan poco. 

En una conversación anterior, usted declaraba tener una concepción muy clara sobre la diferencia entre intelectuales y escritores. ¿Podría usted explicarnos su planteamiento?

Se pueden escribir muchos libros con pocas ideas en la cabeza. Se pueden contar bien historias sin tener opiniones profundas de las cosas. Pienso que una cosa es ser Agatha Christie y otra es ser Hannah Arendt, una cosa es ser García Márquez y otra es Borges. El intelectual es disciplinado de una forma distinta: lee, discrimina ideas, encuentra su tono y manifiesta su opinión con argumentos, evade las falacias y las demagogias, es alguien que está en una crisis continua con sus ideas y con el zeitgeist del momento. El escritor puede influir en el pensamiento como un ilustrador de su época, un resultado propio de un estilo y de una capacidad profunda por comunicar sus intuiciones. 

Pienso que sobre todo que la poesía es el grado más alto de la intuición y de la creación humana, los poetas en su concepción más profunda se construyen de sonidos, imágenes, filosofías, palabras y silencio. Sabiduría ante todo.

La ciencia y el pensamiento contemporáneo con todos sus descubrimientos y artefactos no han podido borrar a Goethe y a Hölderlin, Lauteramont y Baudelaire, Virginia Woolf y Emily Dickinson. Seres esféricos, perfectos. 

En varias ocasiones usted se ha descrito como un escritor visual además de considerar que la música debería acompañar su poesía. ¿Cómo es la relación entre las artes visuales, la música y su trabajo de escritor?

La vida se debe nutrir de todo. El escritor que solo conoce de literatura y solo habla con escritores se convierte en un ignorante soberbio, complaciente y apegado a los usos del momento. El banco creativo de un artista se nutre de su acercamiento a otras disciplinas: las artes visuales, la música, el cine, las tendencias cada vez más extrañas de la creatividad digital, la ciencia, la matemática, la historia natural, la antropología y un largo etcétera. Existe mucha razón en lo que menciona Alain Robbe-Grillet acerca del oficio de obrero que ocupa la escritura, una labor que se desplaza hacia distintos elementos y que actualmente no puede restringirse a lo que unas cuantas editoriales nos quieran entregar como LA LITERATURA, es increíble que se comercien tantos libros y se lean tan pocos, más increíble aún que el valor de un artista se base en la cantidad de libros que vende o el precio de su obra en el mercado o los contratos que firma con las disqueras, incluso las muy cuestionables elecciones del Premio Nobel de Literatura a lo largo de su historia… eso te hacen dudar de ese enervante efecto publicitario que ha esquilmado el criterio y nos conduce como borregos hacia eso que llama George Orwell en 1984 el bienpensar. 

Para terminar quiero añadir que fue precisamente en Francia donde se hizo la literatura guatemalteca y lo más relevante de la literatura centroamericana del siglo XX. Este continente estaba lleno de prejuicios y los grandes talentos encontraron un país abierto, rebelde y creativo… ha pasado mucho aguacero desde aquellos días, quiero pensar que en alguna medida aún se preserva ese legado de libertad, pensamiento fuera de prejuicios y lleno de curiosidad por la poesía de países tan invisibles como los de la región del planeta a donde pertenezco, pueda despertar algún interés en los lectores de hoy en día.