Luis do Santos, El zambullidor, Fin de Siglo, 2017 [L’enfant du fleuve, traduit de l’espagnol (Uruguay) par Antoine Barral, Yovana, 2020, 107 p., 15 €]
L’enfant du fleuve, como su nombre lo evoca, nos transporta a la infancia de un chico uruguayo que nació y creció a la orilla de un río, en la frontera con Brasil y Argentina. En esta novela corta, su autor Luis Do Santos, también originario de un pequeño pueblo a la orilla de un río, transporta al lector al universo a la vez encantador y cruel de los años de la infancia. Un niño es el narrador protagonista en primera persona, un niño « à la peau de judas » que, en su lucha por desenvolverse en un entorno hostil y precario, juega, pelea, ama, hiere, llora y ríe, con la cándida desfachatez del niño, pero ya con la madurez del adolescente en flor, que comienza a cuestionar las injusticias del mundo de los adultos.
La búsqueda de este chico venido del río por encontrar amor, verdad y destino, se ve cristalizada en el conflicto del joven con las figuras materna y paterna. Un choque y un cuestionamiento sobre todo con la figura del patriarca. El padre, hombre potente, insensible y brutal, que conoce todos los secretos de las profundidades del río, es un ídolo a la vez protector y tirano, que a lo largo de la trama se va a derrumbar con una caída estrepitosa. Esta debacle es literalmente representada por un enfrentamiento entre padre e hijo, con la cual, una etapa de inocencia y despreocupación llega a su fin para pasar al desencanto y la nostalgia de la realidad adulta.
La vida de una familia pobre y numerosa en la selva aparentemente no tiene nada de trascendente, sin embargo, este relato logra transmitirnos el misterioso y exuberante encanto que caracteriza a una pequeña aldea pesquera sudamericana. El zambullidor, nombre original de la novela, cuya traducción literal en francés sería Le plongeur, ya nos evoca una figura particular de los pueblos del río uruguayo. Este personaje peculiar, que trabaje en la irrigación o como pescador, es notable por lograr retener su respiración por largo tiempo en las profundidades y por su sorprendente capacidad para conocer los secretos de la naturaleza.
La descripción de una fauna y una flora exóticas y fecundas, de las creencias y supersticiones pueblerinas y de los sueños de evasión y libertad de un joven, relatados con la ingenua creatividad de una mente infantil, pero con una clarividencia cabal, hacen que el encanto de la pluma de Dos Santos, evoque en el lector el sabor de relatos de la literatura universal como los de Rabindranath Tagore, Mark Twain o de Horacio Quiroga como señala la crítica. A través de personajes peculiares como Martinidad du fleuve, La grand-mère Giralda o Le fou à rouflaquettes, L’enfant du fleuve logra al mismo tiempo transportarnos y hacernos pensar que el realismo mágico en la literatura latinoamericana aún sigue siendo eficaz y encantador.
Violeta Lemus Martínez