Matilde debe morir de Cristian Acevedo por Graciela Alemis

Cristian Acevedo, Matilde debe morir, Editorial Bärenhaus, Buenos Aires, 2016 [Inédit en français]

Desde el título de la novela sabemos de las intenciones del escritor sobre su personaje: Matilde debe morir. Desde la primera página nos advierte, a los lectores, que seremos parte de esta historia. Nos involucra y con la curiosa expectativa de lector nos dejamos manipular sin tener decisión propia.

A modo de los crímenes tradicionales, que ocurren en un cuarto cerrado, seremos un sospechoso más (junto a otros tres). En este juego de roles cada uno de los involucrados tomará su lugar frente a esta mujer que, durante toda la novela, escribe una especie de diario íntimo, un cuento largo o solo confesiones, no lo sabremos, solo seremos testigos de esa escritura aleatoria. 

Una novela lúdica, interrogativa del acto de escribir, del orden establecido entre los escritores de diferentes orígenes. Cristian Acevedo nos sacará del cómodo sillón elegido para leer solo como meros espectadores. Nos activará en el pensamiento y en la acción. Nos estimulará a la reflexión sobre diferentes corrientes literarias contemporáneas, mientras tanto pensaremos qué hacer para evitar la muerte de Matilde. 

Pero no estará en nuestras manos la decisión, y eso nos ubica en una posición incómoda: no somos dueños de nuestras acciones. El escritor (o su alias) decide por nosotros. Intentaremos revelarnos a su arbitrariedad, pero no lo permitirá y nos llevará a sentirnos incapaces de salir de la novela. 

Tal vez así sea cada vez que leemos una buena historia que nos atrapa. 

Tal vez de eso se trate la literatura.

“Habría que inventar un nuevo género policial, la ficción paranoica. Todos son sospechosos, todos se sienten perseguidos” Reflexiona Acevedo citando a Ricardo Piglia y tal vez ese sea el núcleo de la novela. El germen que madurará en este juego de géneros literarios entrelazados, de palabras repetidas para confirmar aquello que ya sabemos sucede, de seudónimos utilizados para confundir aún más a, nosotros lectores/sospechosos, cuando queramos interpelar al autor verdadero de la novela.

Un juego literario, un experimento lúdico, que llega a un destino incierto de la vida (o muerte) de Matilde. Porque habrá una continuación de esta novela. Pero eso, ya es otra historia que será indispensable leer.

Graciela Alemis