Catedrales de Claudia Piñeiro por Claudia Zardetto

Versión en francés

Claudia Piñeiro, Catedrales, Alfaguara, 2021, 336 p. [Inédit en français] Argentina

La novela negra de Claudia Piñeiro

Catedrales de Claudia Piñeiro tiene un título sugerenteBasta pensar en las proezas arquitectónicas involucradas en la construcción del Duomo de Florencia o San Pedro en Roma para conectarnos con la admiración. Conforme la novela avanza, la imagen inicial de la catedral se va transformando. Se convierte en metáfora de algo sórdido. Las catedrales representan el fastuoso poder de la Iglesia. Unas veces se presenta como meramente material y político; otras, se entreteje sutilmente en la cultura con una influencia metafísica: la colonización de las conciencias.

La tarea milenaria de la iglesia ha sido esa: infundir en las personas nociones ficticias tales como el pecado y su castigo eterno. Este peso sobre las conciencias religiosas es tratado en Catedrales con una sutileza golpeante. Nos cuestiona acerca de temas cuyo origen se remonta a tiempos remotos: la conflictiva relación con lo sagrado, el desarrollo de la ética social a partir de dogmas religiosos. En nuestro mundo contemporáneo, esos cuestionamientos eternos resultan cruciales porque están cincelando las sociedades del futuro y marcando una bifurcación entre la luminosidad del humanismo o la oscuridad del extremismo religioso. Baste ver lo que acontece en Texas, Nicaragua, Brasil… o Afganistán. Así, Piñeiro coloca sobre los hombros de una novela negra el enorme peso de la discusión acerca de lo sagrado.

El género tiene una noble tradición de autores brillantes como Raymond Chandler o Dashiell Hammett. Se ocupa de los enigmas que nos fascinan: el aspecto oscuro y criminal de nuestra naturaleza, el hallazgo de ese único “culpable” de una disrupción de un orden social que suponemos debe cobijarnos y protegernos del horror de nuestra propia oscuridad y de la reconstrucción de la verdad mediante un relato que organiza el caos causado por el crimen. Debido a este cóctel que nos incita tanto, la novela negra siempre ha sido popular y también profundamente perturbadora.

El rasgo genérico de la novela negra es que la narración se enfoca en averiguar qué pasó. La reconstrucción de los acontecimientos pasados hasta aclarar un misterio disruptor del presente. Con una claridad estructural tan poderosa, las novelas negras son excitantes pero generalmente conservadoras en cuanto a su estructura. Y quizá esta sea uno de los aportes de Catedrales. Cambia la estructura lineal basada en la acción policíaca de averiguación de la verdad, para construir una novela muy de corte Faulkneriano que utiliza una multiplicidad de puntos de vista. Mediante este recurso, la autora convierte la novela negra en una novela íntima de múltiples cuestionamientos acerca de la familia y las profundas escisiones que hay en su seno: envidias, deseo, la profundidad del narcisismo, las rupturas ideológicas, la tristeza y, por sobre todo, los grandes secretos.

Pero la obra también nos abre a una realidad muy inquietante: la participación de la estructura de la Iglesia en violencias ocultas, la hipocresía que sirve para proteger los crímenes que se cometen en su seno, el velo que se coloca sobre ellos mediante la secretividad de la confesión. En pocas palabras, una Iglesia manchada por una maldad que cubre con las formas y su estructura fastuosa. Ahora, la imagen de la catedral nos hace todo el sentido. Casi sentimos su pesadez sobre nuestros hombros.

Además del daño íntimo, Piñeiro nos invita a sopesar cómo esta ideología afecta el tejido social. La muerte de Ana está vinculada al dogma impenetrable sobre los cuerpos de nosotras las mujeres. Nuestro vientre, capaz de producir el milagro de la vida, se convierte en el lugar de la dominación social sobre nuestra autonomía y nuestra dignidad como seres humanos. El peso de esa “función social” como se concibe el traer vida humana al planeta, ha logrado la muerte horrenda de millones de niñas, adolescentes y mujeres al no querer prestar oídos a la compleja cuestión del aborto y reducirla al de una prohibición absoluta e incuestionable.

La reducción dogmática no nos deja ver el problema real: las muertes de las mujeres en las mesas sucias donde se realizan los abortos clandestinos, el control que pretende esta normativa no solamente sobre la sexualidad de la mujer, sino sobre la autonomía que todo ser humano debe tener sobre su propio cuerpo.

El crimen que Claudia Piñeiro pone sobre la mesa los desafíos que enfrenta el humanismo con todo su cúmulo de libertades necesarias para la sostenibilidad de la vida con dignidad y una legítima aspiración a la felicidad.

Carol Zardetto

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