Tierra de Julio Serrano Echeverría

Versión en francés

Julio Serrano Echeverría, Tierra, Sophos, 2020, 216 p. [Inédit en français] Guatemala

Algún día comprenderemos a los que se fueron. A su modo, irse es una manera de enseñar que la tierra no es una prisión. Mi memoria ha iniciado su vuelta hacia imágenes inexactas: sí, ese soy yo en la parada de la estación de Galgos de la Séptima Avenida diecinueve calle zona 1, viendo un mostrador de sándwiches y gelatinas de diferentes colores, mi mamá descansa sentada en las sillas de aluminio y cuerina roja de la sala de espera, un enorme bus entra al parqueo, dice Tapachula, Mex, pudo ser noviembre de 1981, dejamos Guatemala con un pasaporte que ambos compartimos, los motivos: los de todos, los de cuántos, los de muchos. 

Tierra  de Julio Serrano Echeverría también me incluye, aunque nunca haya viajado tanto ni durante mucho tiempo, aunque no conozca a cabalidad el alfabeto del fuego ni me haya descubierto en la sed de los tramos largos y arenosos que recorren las caparazones del hambre. Suelo preguntarme ante cada libro que leo, ¿cuántas verdades nuevas puedo hallar?, en este caso creo que es un libro tan vigente como puede ser la antigüedad de los viajeros: Fuentes y Guzmán, Aldous Huxley, María Cruz, Paul Bowles y aquellas mentes prodigiosas que asumieron el reto de rehacer el tejido del Popol Wuj para que las nuevas generaciones descubrieran con sus propios ojos una voz que emerge del pasado.

Veo que los versos son caminos de contemplación. Ya no pienso en la frase acortada por el ritmo sino por la imagen. Esa transfiguración que compacta las ideas que vamos anotando. Es necesario hacer curvas y cruces en los caminos, es imprescindible que las huellas del lápiz nos dejen jugar con el humo. Puedo considerar que esa sinuosidad viene de Dante o da igual si de Cavalcanti o del Bhagavad-gītā o del Gilgamesh o del mismo Tao Te King. El verso tan prisionero de la catástrofe de los malos poetas, pero tan vivo en la modestia tangible de los grandes, creo que Marinetti lo dijo: La poesía es un acto… añado pues, la poesía es un camino. 

Tierra está dividido en tres actos y subdividido en ocho apariciones, es un libro completo, una idea que reúne todo lo que se puede decir en diez años de escritura. El silencio de los desterrados, el misterio de la vida en esta miga de universo que ocupamos y el resabio que es más antiguo que todas las palabras: el mar. Acaso es en esta última parte descubro el valor más profundo que he leído en la poesía contemporánea guatemalteca, Piedra Caliza, donde la claridad se transforma en fondo, en verdad, iluminación sonora: “Toda piedra es piedra partida”, “El olvido es el polvo sobre una mano abierta”. Nada más qué decir, a eso sumarle la magia de las huellas de fotografías primitivas y de grabado en alto contraste que rebasan, incluso, a la literatura misma. 

De este Annus Mirabilis MMXX que nos devolvió hacia la remota fragilidad de nuestra condición humana, cabe la sincera circunstancia del ser nosotros mismos en el encierro y en la desdichada intemperie. Creo que un año de este tipo merece, como en la antigüedad cuando llegaban las desgracias y las pestes, ser recordado por las obras inmortales que nos dejaron. Entre la muerte y el dolor de las pausas imprevistas, también se retoña y se reverdece. Se hace evidente en este fajo de páginas impresas y encuadernadas, la generosidad de mi querido Philippe y de SOPHOS. Algo que acompañará en la memoria a este libro que ya dialoga con lo permanente.

Javier Payeras

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