Daniel Centeno Maldonado, La vida alegre, Penguin Random House, 2021 [Inédit en français]
Cuando pensamos en un péndulo, inmediatamente imaginamos ese movimiento contradictorio que va de un lado a otro, y que nunca se detiene. Un hilo que sostiene a la esfera que se mueve entre dos puntos, nos permite conectarnos permanentemente con dos extremos opuestos, o con dos formas de medir lo que ocurre en ciertos momentos temporales distintos. En la novela La vida alegre (2021) de Daniel Centeno Maldonado, podemos leer un péndulo literario que funciona de la misma manera, como si buscáramos ese equilibrio entre dos formas de existir, donde la mirada del lector se traslada de un lugar a otro, con un movimiento tangencial, cuya trayectoria le permite ser testigo de la vida de los dos personajes principales: el anciano Dalio Guerra (el Ruiseñor de las Américas) y el joven Policarpo Figueroa (Poli), ambos cantantes, ambos frustrados por la decadencia que acompaña a las ausencias. Aun así, ante el desequilibrio entre la juventud tempranamente estropeada y la rutina de la vejez censurada, ellos pueden volver a unirse y fortalecerse a través de un lenguaje universal: la música.
Como también la música cambia con las generaciones, en esta obra dos géneros musicales distantes, el bolero y el rock, se equilibran en un punto medio compartido por ambos intérpretes, y es la necesidad de volver al escenario. Esta vez, el péndulo se mueve entre aquel Ruiseñor que había volado alto, en la gloria de su juventud, y este joven Poli, quien todavía no ha cumplido ninguna de sus metas, pues anhela aquello que todavía no ha llegado. Es así como la necesidad de la fama compartida se convierte en ese sueño que termina conectándolos a ambos. Aunque provienen de contextos personales diferentes y situaciones familiares diversas, hay algo más que también los une, vinculado con los lugares. Aquí, los escenarios pasan a ser el refugio de quienes necesitan huir de casa, cuando los vínculos familiares han perdido valor. Más allá de lo material, un hombre viejo que no entiende a su hijo, y un chico joven que no entiende a sus padres, coinciden en el anhelo de salir de la estructura familiar original. La figura del “Maestro” sustituye la de aquel padre frustrado y, moviéndose de nuevo como un péndulo, Poli supera las necesidades básicas que enceguecen al hijo de Dalio y lo reemplaza. Como en una escritura pendulante, en la novela todo lo opuesto, escrito bajo el estilo humorístico e irónico que emplea Centeno Maldonado, termina consolidando el equilibro perfecto al que sólo se puede llegar través de la idolatría musical.
Claudia Cavallin