Cristian Alarcón, El tercer paraíso, Alfaguara, 2022
La creación del Edén propio
En los años setenta, Chile vivió un sueño en el que, a través de la ciencia, la técnica, la redistribución de las ganancias y los sueños de las personas, se buscaba terminar con la desigualdad. Ese sueño pronto fue truncado por las armas, vía un golpe de estado. El protagonista de El tercer paraíso, trasunto de Cristian Alarcón, fue uno de esos niños que acabaron huyendo de la mano de sus padres, para evitar ser exterminados por el nuevo régimen.
La novela construye, a través de los recuerdos, una memoria de lo vivido en ese paraíso al cual no se puede volver, llamado infancia. Una infancia en la que la vida, la comida y la lejanía, con respecto a la urbe, fueron creando un sitio lleno de magia. Supongo que la nostalgia nos hace recrear en papel ese lugar en el que fuimos felices. Como le pasa a muchos autores latinoamericanos, que estando en lugares con nieve, recuerdan el tibio sol de las tardes sudamericanas.
Aunque, tal vez, recordando la frase de Joaquín Sabina, “Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”, el protagonista de esta novela no desea volver como tal a un sitio que ya no existe, su niñez, sino que crea uno propio con sus propias manos, un jardín en el que cada planta se vuelve un cimiento.
A diferencia de otras novelas, que tienen como referentes muchas de las etapas violentas de nuestra América, y que aprovechan eso para solazarse en la violencia, Alarcón llena las páginas de mucha esperanza, de la capacidad de reconstruir, aunque sea en la lejanía, el jardín familiar al cual siempre queremos volver. Y al mismo tiempo que se nos habla de gladiolas, maneras de fertilizar la tierra, cercas para mantener de mejor manera el jardín, nos hace un recorrido por la vida de Chile, desde la colonia, el siglo XIX y los terremotos que han marcado la vida del país. Esto de los terremotos, los mexicanos lo entendemos perfectamente.
No es una novela al uso, es una escritura híbrida, a ratos es un diario privado en el que el lector siente que atisba en la secrecía del autor; a veces es confesional, nos cuenta sus deseos amorosos y sus miedos; a veces se transforma en un historiador que nos cuenta los pormenores de los viajes de Humboldt; otras veces se convierte en mudo testigo de la historia trayéndonos a la vida a un Allende de carne y hueso.
Esta voz tan íntima, estos breves capítulos, que nos van ganando por puntos, más que tumbarnos por un severo derechazo, nos enseñan, que los latinoamericanos, verdad de Perogrullo, tenemos mucho en común, aunque en un sitio haya cóndores y en otros, águilas reales. Por eso no es extraño que se haya llevado el Premio Alfaguara 2022, un galardón que se ha caracterizado por contar entre sus páginas muchas de las historias que han marcado la región.
Iván Farías