Mundo Sepúlveda de Luis Sepúlveda y Daniel Mordzinski por José Salem

Luis Sepúlveda y Daniel Mordzinski, Mundo Sepúlveda, [Un doute et une certitude,traduit de l’espagnol (Chilli) par François Gaudry, Bertille Hausberg et René Solis, Métailié 2022, 209 p.]

Apasionada. Así puede definirse, sin dudas, la obra literaria de Luis Sepúlveda (Ovalle, Chile, 1949 – Oviedo, España 2020), de la cual Un doute et une certitude (Éditions Métailié, 2022) no es sino un espejo. Mediante la cita de textos no tan conocidos e, incluso, algunos inéditos, y de fotografías de una magnífica factura artística tomadas por Daniel Mordzinski -delicados retratos de Sepúlveda y su gente, sus lugares, su mundo-, repasamos y celebramos la existencia, la creatividad y la sensibilidad de este prolífico escritor.

Autor de Un viejo que leía novelas de amor -que lo catapultó al reconocimiento internacional-, de Mundo de fin de mundo, Nombre de torero, Patagonia express y de Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, entre otras novelas, se nos exhibe un Sepúlveda en estado bruto, es decir, en estado de gracia.

Desarraigo y arraigo, amor, amistad, compromiso político y, sobre todo, afectivo, esta obra nos permite acompañar los hitos de su vida, aquellos que la han marcado aunque, también, esos otros, aquellas circunstancias casi imperceptibles, escondidas hasta ahora a los ojos del lector, en apariencia menos relevantes aunque definitorias de una existencia; de un hombre enamorado de ella pese a la prisión, a la persecución y al exilio obligado; de un creador que ni su adoptada Europa logró hacerle olvidar su amado Chile,  su Patagonia, su patria grande latinoamericana.

Con respecto a la patria, Sepúlveda recuerda que « Mon grand-père disait que l’on est de l’endroit où on se sent le mieux ». Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay, Perú, Ecuador, Alemania, Suecia, Francia, España, siempre llevó la patria consigo.

El libro es un « autoportrait littéraire » organizado por el fotógrafo -y amigo personal de aventuras- Daniel Mordzinski quien « ha querido mostrar a Luis y su mundo tal como él era ». El prólogo le pertenece. Enseguida, dos textos cuentan el inicio y fortalecimiento de la amistad entre los dos artistas, para continuar con otros menos conocidos y hasta inéditos.

Mención especial merece el capítulo titulado Nous croyons toujours aux rêves, en el que el escritor ensaya, con un pragmatismo poético, una suerte de teoría de los sueños. « Je me considère comme un rêveur, j’ai payé un prix assez élevé pour mes rêves, mais ils sont si beaux, si pleins et si intenses que je suis prêt à le repayer encore et encore. »

El escritor y el director de cine, el corresponsal de guerra y el emigrante, el ciudadano comprometido… el soñador. Un portrait preciso y humano que nos permite no solo repasar su genio literario sino, y aquí la originalidad que aporta este libro, descubrir su calidad humana, al Sepúlveda esposo, padre, hijo y amigo.

« La vie est une somme de doutes et de certitudes. J’ai un gros doute et une grande certitude. » Para conocer la una y la otra, basta con ir pasando, una a una, las páginas plagadas de bellas palabras y de fotos no menos bellas.

Estas páginas atestiguan que Sepúlveda sigue vivo, que el Coronavirus no lo ha matado. Y que continuará estándolo mientras lo sigamos leyendo.

José Salem